El mundo actual muestra un cambio radical frente a lo que se veía, pensaba y escuchaba décadas atrás. La sociedad de la información nos envuelve hoy con una serie de conocimientos, imágenes y sonidos que estimulan nuestras mentes y acciones así como las de los niños y jóvenes, es por ello, que el uso de las Tecnologías de la información y comunicación (TICs) se ha incrementado vertiginosamente, influyendo, entre otros campos, a la educación.
Si se retrocede en el tiempo, tan sólo medio siglo, vemos que los alumnos iban a la escuela a escuchar y repetir de memoria los contenidos que les eran impartidos, incluso no se tomaba en cuenta su afectividad ni los demás talentos o habilidades que tenían por desarrollar.
Es en las últimas décadas del siglo XX, cuando se da una rápida introducción de nuevas tecnologías que dieron origen a la sociedad de la información y el conocimiento. Hoy por hoy, la tecnología acompaña a nuestros hijos desde los primeros años de sus vidas, y el uso selectivo, gradual y dosificado de las mismas asegura mejorar los procesos creativos.
Es importante procurar el buen empleo de los recursos tecnológicos en los procesos de enseñanza-aprendizaje para que, como indica Cabero (2000), se obtengan los beneficios esperados tales como la eliminación de las barreras espacio-temporales entre el profesor y el estudiante, la flexibilización de la enseñanza, la ampliación de la oferta para el estudiante, el aprendizaje cooperativo, así como el autoaprendizaje.
En esta sociedad del conocimiento y ante la avalancha de información a la que están expuestos los niños y jóvenes, es preciso desarrollar su espíritu crítico y las capacidades cognitivas suficientes para diferenciar la información “útil” de la que no lo es. El acompañamiento y monitoreo adecuado en el uso de la tecnología, permite desarrollar una serie de capacidades para aprender, desaprender y reaprender, e ir encontrando soluciones a los retos y dificultades propios del día a día, en otras palabras, permite el desarrollo de la creatividad que es definida por Arnold (1964) como la habilidad que desarrolla el ser humano para poder dar solución a los problemas. Cuando este se enfrenta a una situación problemática, aflora en él un pensamiento creativo, recurre a conocimientos que posee y aplica experiencias anteriores que combina con nuevas propuestas que pueden dar solución al problema.
Al incorporar la tecnología en las clases, la motivación del niño por aprender aumenta ya que no es lo mismo ver una imagen en una lámina que visualizarla en una pizarra inteligente e interactuar con ella; se beneficia de esta manera la adquisición de habilidades, sobretodo las cognitivas.
El mundo laboral demanda gente creativa, por ello, es muy importante que hagamos buen uso de las TICs en la educación para desarrollar la creatividad.
Gina Higashi Geronazzo
Directora Nacional CPB